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martes, 22 de marzo de 2011

Capítulo 1: Teo

Era imposible dormir en un avión, había llegado a esa conclusión. Sin embargo, era un buen lugar para recopilar información, de gente cuyas vidas te importaban menos que el nuevo disco de los Jonas Brothers , por cierto. La señora de atrás, Elisabeht (aunque su acompañante se refería a ella como Eli) tenía 3 hijos, 2 de ellos casados y con una familia estable en Estados Unidos, pero el menor, Jared, había decidido ir a explorar mundo a sus 22 años de edad y ahora se encontraba en algún lugar de la india.

Por supuesto, a Teo no le importaba lo más mínimo si Jared estaba en India como si había decidido darse un garbeo por la Estación Espacial Internacional. Sin embargo, ya se sabía media vida de esa señora a la que ni conocía de nada, ni tenia intención de empezar a conocerla en estos momentos.

Luego estaba el bebé. Deberían prohibirlos en los aviones, o al menos meterlos en la sección de cola, con los animales. Igor, esa pequeña maquina de sonidos aberrantes que pataleaba y gritaba como si le estuvieran arrebatando su vida en uno de los films de la saga Saw mantenía en vilo y con cierto grado de rabia y exasperación a medio avión. Su madre, Valentina (¿era un nombre o una venganza por parte de sus progenitores?) intentaba hacerlo callar de todas las maneras posibles. El viaje incluso se puso interesante cuando fue a llevar a cabo una de esas técnicas, y empezó a desabrocharse la camisa para sacar uno de sus pechos a la vista de todo el que estuviera mirando. Y es que la señora Valentina no estaba mal, nada mal. Pero entonces el niño cesó su llanto y Val (Llamémosla así) volvió a cerrarse los botones uno a uno. Algún suspiro de decepción que otro se dejó oír entre los hombres de alrededor, incluido el de Teo. Definitivamente, ese niño les odiaba.

En cierto modo, Teo podría haber salido peor parado en este vuelo, ya que a su lado había una quinceañera escuchando musica en unos cascos que le tapaban por completo sus orejas y le hacían aislarse del mundo que le rodeaba. La chica era mona, un número considerable de pecas bañaban su rostro dotándole de cierta inocencia. No sabía su nombre, pero lo cierto era que tampoco necesitaba saberlo.

Teo volvió a retomar su libro, o al menos intentarlo.

- Entonces Josh fue el que mató a patadas a la niña deficiente…

- ¿Perdona? – Era la chica de las pecas, y se dirigía a Teo.

- ¿Eh? ¿Qué? Oh, lo siento, ¿lo he dicho en voz alta? No era mi intención, solo intentaba recordar la historia – Teo zarandeó el libro en su mano derecha.

- Ah, de acuerdo.

La chica seguía llevando los auriculares puestos.

- ¿Cómo has podido escucharme con los…? – Teo no recordaba la palabra, le ocurría a veces, una tontería, pero le provocaba algunos momentos… embarazosos. Empezó a describirlos con sus manos.

- Auriculares.- Dijo la chica.

- ¡Eso es!

- ¿Nunca has visto unos? – Enarcó una ceja, lo cierto es que estaba muy sexy así. “Pederasta” pensó Teo para sus adentros, era solo una niña. – Mira, se conectan con este cable a este aparato que hace ruidos….

- Muy graciosa – Dijo Teo con sarcasmo – Solo es que no me salía la…

El avión tembló. Una fuerte sacudida hizo que los equipajes de mano se precipitaran a lo largo del pasillo que separa la hilera de asientos. Teo estaba completamente paralizado, estaba claro que si algo podía ir a peor... iría a peor. La voz del piloto les avisó de que estaban sufriendo ciertas turbulencias, un mensaje algo estúpido, pues en vez de calmar a la gente solo les animaba a pensar que seguramente acabarían muertos o en una isla desierta donde un monstruo de humo empezaría a matarlos uno a uno.

Las boquillas para el oxígeno se dejaron caer por delante de sus rostros. Estaban perdiendo altura.

La chica de las pecas estaba muy asustada, al igual que Teo, que cuando quiso darse cuenta estaba agarrando fuertemente su mano. Valentina rezaba una oración por su hijo, que ahora seguía berreando como un cochinillo. Detrás de Teo, Eli estaba inmóvil, con los ojos muy abiertos y apretando sus manos con fuerza sobre el collar de plata que colgaba de su cuello.

Teo miro a su compañera de asiento, que le devolvió la mirada. El móvil de la chica resbaló de sus manos precipitándose contra el suelo. El aparato que reproducía la musica quedó intacto al chocar contra el suelo del avión, pero los auriculares se soltaron provocando que de fondo sonara “Time Is Running Out” de Muse, canción cuyo título no hacía más que mermar las esperanzas de salir de esta con vida.

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