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lunes, 30 de enero de 2012

Capitulo 2: Miedo

Tener miedo en una situación como esa era normal. Es lo que se espera cuando una gigantesca masa de metal está a punto de de tocar tierra, sin control alguno y triplicando la velocidad adecuada para un aterrizaje en condiciones.
Tener miedo era lógico, y Teo lo tenía.

Pasa una cosa curiosa con el miedo y el cerebro. El miedo se extiende como un virus por tu cuerpo. Primero notas como tus pulsaciones aumentan, creándote una extraña sensación de vacío en el abdomen. Luego sudas. No tienes calor, pero lo haces. Un sudor frío.
Por ultimo el miedo se extiende por tu cabeza. No piensas que todo saldrá bien, que volverás con tu familia y que todo quedara en un susto, que dentro de unas horas estarás en la cama con el amor de tu vida, o jugando con tu perro, o en la cama con tu perro. Cada cual tiene sus preferencias.
No, no piensas eso. Un pensamiento te martillea la cabeza; "Todo va a salir mal".
Teo no recordó el interesante articulo que había leído días atrás en una prestigiosa revista dónde se hacía hincapié en que los aviones eran uno de los medios de transporte más seguros. En cambio si que recordó que hace cinco años oyó a un compañero de trabajo hablar por teléfono, diciendo que a las compañías aéreas les venia mejor que murieras en sus accidentes a que acabaras tullido. Según esa teoría el avión era mucho menos seguro de lo que parecía, para que en caso de accidente el resultado fuera la muerte y no tres años postrado en cama con los costes a cargo de la compañía.
De eso si que se acordó a la perfección.

El avión caía en un ángulo muy pronunciado. Teo giró la cabeza para ver que ocurría en el resto del avión.
Eli tenía los ojos cerrados y estaba muy rigida. Movía los labios frenéticamente, murmurando algo. Su compañera gritaba. Ella había recordado cierto atentado terrorista cuando el miedo la dominó por completo.
Un hombre de dos filas más atrás reía frenéticamente. Era calvo y llevaba unas gafas de más de cinco centímetros de grosor. Algunas lágrimas de desesperación y locura le caían por las sonrojadas mejillas.
Valentina. La bella mujer lloraba desconsoladamente. Las lágrimas le había mojado en parte la blusa, pero no lo suficiente para que se transparentara algo.
¿Donde estaba Igor? Muerto. Teo lo busco con la mirada y pronto dio con un reguero de sangre. El bebé debió de escurrirse de los brazos de su madre con la primera sacudida y golpearse la cabeza con algo. No encontró el cuerpo, lo que le alivió tremendamente.
No le gustaban los bebés, y menos aún si están muertos.

martes, 22 de marzo de 2011

Capítulo 1: Teo

Era imposible dormir en un avión, había llegado a esa conclusión. Sin embargo, era un buen lugar para recopilar información, de gente cuyas vidas te importaban menos que el nuevo disco de los Jonas Brothers , por cierto. La señora de atrás, Elisabeht (aunque su acompañante se refería a ella como Eli) tenía 3 hijos, 2 de ellos casados y con una familia estable en Estados Unidos, pero el menor, Jared, había decidido ir a explorar mundo a sus 22 años de edad y ahora se encontraba en algún lugar de la india.

Por supuesto, a Teo no le importaba lo más mínimo si Jared estaba en India como si había decidido darse un garbeo por la Estación Espacial Internacional. Sin embargo, ya se sabía media vida de esa señora a la que ni conocía de nada, ni tenia intención de empezar a conocerla en estos momentos.

Luego estaba el bebé. Deberían prohibirlos en los aviones, o al menos meterlos en la sección de cola, con los animales. Igor, esa pequeña maquina de sonidos aberrantes que pataleaba y gritaba como si le estuvieran arrebatando su vida en uno de los films de la saga Saw mantenía en vilo y con cierto grado de rabia y exasperación a medio avión. Su madre, Valentina (¿era un nombre o una venganza por parte de sus progenitores?) intentaba hacerlo callar de todas las maneras posibles. El viaje incluso se puso interesante cuando fue a llevar a cabo una de esas técnicas, y empezó a desabrocharse la camisa para sacar uno de sus pechos a la vista de todo el que estuviera mirando. Y es que la señora Valentina no estaba mal, nada mal. Pero entonces el niño cesó su llanto y Val (Llamémosla así) volvió a cerrarse los botones uno a uno. Algún suspiro de decepción que otro se dejó oír entre los hombres de alrededor, incluido el de Teo. Definitivamente, ese niño les odiaba.

En cierto modo, Teo podría haber salido peor parado en este vuelo, ya que a su lado había una quinceañera escuchando musica en unos cascos que le tapaban por completo sus orejas y le hacían aislarse del mundo que le rodeaba. La chica era mona, un número considerable de pecas bañaban su rostro dotándole de cierta inocencia. No sabía su nombre, pero lo cierto era que tampoco necesitaba saberlo.

Teo volvió a retomar su libro, o al menos intentarlo.

- Entonces Josh fue el que mató a patadas a la niña deficiente…

- ¿Perdona? – Era la chica de las pecas, y se dirigía a Teo.

- ¿Eh? ¿Qué? Oh, lo siento, ¿lo he dicho en voz alta? No era mi intención, solo intentaba recordar la historia – Teo zarandeó el libro en su mano derecha.

- Ah, de acuerdo.

La chica seguía llevando los auriculares puestos.

- ¿Cómo has podido escucharme con los…? – Teo no recordaba la palabra, le ocurría a veces, una tontería, pero le provocaba algunos momentos… embarazosos. Empezó a describirlos con sus manos.

- Auriculares.- Dijo la chica.

- ¡Eso es!

- ¿Nunca has visto unos? – Enarcó una ceja, lo cierto es que estaba muy sexy así. “Pederasta” pensó Teo para sus adentros, era solo una niña. – Mira, se conectan con este cable a este aparato que hace ruidos….

- Muy graciosa – Dijo Teo con sarcasmo – Solo es que no me salía la…

El avión tembló. Una fuerte sacudida hizo que los equipajes de mano se precipitaran a lo largo del pasillo que separa la hilera de asientos. Teo estaba completamente paralizado, estaba claro que si algo podía ir a peor... iría a peor. La voz del piloto les avisó de que estaban sufriendo ciertas turbulencias, un mensaje algo estúpido, pues en vez de calmar a la gente solo les animaba a pensar que seguramente acabarían muertos o en una isla desierta donde un monstruo de humo empezaría a matarlos uno a uno.

Las boquillas para el oxígeno se dejaron caer por delante de sus rostros. Estaban perdiendo altura.

La chica de las pecas estaba muy asustada, al igual que Teo, que cuando quiso darse cuenta estaba agarrando fuertemente su mano. Valentina rezaba una oración por su hijo, que ahora seguía berreando como un cochinillo. Detrás de Teo, Eli estaba inmóvil, con los ojos muy abiertos y apretando sus manos con fuerza sobre el collar de plata que colgaba de su cuello.

Teo miro a su compañera de asiento, que le devolvió la mirada. El móvil de la chica resbaló de sus manos precipitándose contra el suelo. El aparato que reproducía la musica quedó intacto al chocar contra el suelo del avión, pero los auriculares se soltaron provocando que de fondo sonara “Time Is Running Out” de Muse, canción cuyo título no hacía más que mermar las esperanzas de salir de esta con vida.